En promedio cada uno alimenta a 110 personas por día, pero en plena pandemia la cifra aumenta todas las semanas. La gran mayoría funciona en casas de familia y se concentra en la zona oeste de la ciudad.
Poner la realidad en números. Ese fue uno de los primeros objetivos que los Comités Barriales de Emergencia se pusieron al inicio de la pandemia, cuando decidieron aunar los esfuerzos de las organizaciones sociales, eclesiásticas y civiles que se lanzaban a la difícil tarea de dar respuesta a los más vulnerables durante la cuarentena.
A más de ochenta días de las primeras acciones, ese relevamiento llegó en formato de informe preliminar que se irá completando con el correr de las semanas. Así y todo, los datos -que fueron procesados por el Observatorio de la Ciudad de la Universidad Fasta- son contundentes: los CBE asisten a 306 comedores y merenderos en Mar del Plata.
De ese total de establecimientos, la gran mayoría, unos 146, están concentrados en la zona oeste de la ciudad. Lo sigue la región suroeste con 83, el sur con 46 y el norte con 31. A cada uno los comedores, se acercan en promedio unas 110 personas y las viandas semanales llegan hoy a la cifra de 33.760. De todas maneras, como todo en este contexto de COVID-19, aseguran que este dato es dinámico. “Aumenta todas las semanas, todavía está en revisión”, indicaron a LA CAPITAL desde los CBE.
En esta suerte de mapa de la necesidad marplatense, el informe arroja otra verdad que refleja la dinámica en la que funciona esta red social y territorial: de los más de trescientos establecimientos que buscan garantizar el plato de comida a los vecinos de la ciudad, 210 funcionan en casas familiares. Un poco más de 50 lo hacen en iglesias u otros establecimiento y un total de 43 en locales políticos.
¿Pero para qué sirven estos datos? Facundo Barrionuevo, uno de los integrantes de los CBE, asegura que para muchas cosas, pero sobre todo para redireccionar y optimizar los esfuerzos (además de los recursos y donaciones, que en general, no abundan) y como herramienta indiscutible a la hora sentarse con autoridades del Ejecutivo.
“La construcción del dato nos sirve sobre todo a nivel operativo, por la logística necesaria que tenemos que manejar para, por ejemplo, la distribución del alimento fresco. Tener en claro los porcentajes es importante cuando se manejan recursos que son escasos“, señaló Barrionuevo, y en términos propios del contexto actual, planteó un paralelismo: “Nosotros también tenemos que tener nuestro propio triaje (N. de la R: método de selección y clasificación de pacientes empleado en la medicina de emergencias y desastres)”.
Por otro lado, Barrionuevo aseguró que los números bañan de “legitimidad” el trabajo ante los ojos de quienes toman decisiones. “Así, logramos una sistematización de la información por más interesante, no sólo como base de datos sino también geográfica, por lo que estamos en el proceso de georreferenciar los comedores”, señaló.
El resto de los datos relevados también marcan una realidad social a la que, más allá del levantamiento o no de la cuarentena, la respuesta estatal deberá ser constante. Por ejemplo, del total de comedores relevados un 20% no tiene heladera y más de un 16% cocina a leña (lo que implica que lo hacen sobre todo a la intemperie, algo que, ante la llegada de los fríos se complica aún más).
Sobre el trabajo en la primera línea de batalla, y teniendo en cuenta que más del 68% de los comedores funcionan en casas familiares, Lourdes González, dirigente que integra el CBE, destaca el rol de las mujeres que se ponen al frente de la olla para todo el barrio.
“Los comedores comunitarios son parte fundamental de los CBE y, ahí, el porcentaje mayor de quienes se encargan de cocinar y entregar las viandas son mujeres del mismo barrio, que contienen a sus vecinos y vecinas y son receptoras de muchas demandas que van más allá de lo alimentario e incluye también, por ejemplo, hechos de violencia de género”, señaló González a LA CAPITAL.
En este sentido, la dirigente manifestó su apoyo al proyecto de la Ley Ramona, impulsado por el diputado del Frente de Todos, Leonardo Grosso, y busca que los trabajadores, en su mayoría mujeres, que se desempeñan en comedores y merenderos cobren un bono de 5 mil pesos. La normativa lleva ese nombre en homenaje a la dirigente social Ramona Medina, que falleció víctima del coronavirus, en el marco de su lucha por mejores condiciones habitacionales para la Villa 31 (Capital Federal).
Los CBE, en la puesta en marcha de una red territorial que busca permanecer en el escenario social post COVID-19, también buscan dar brindar respuestas que trasciendan la asistencia alimentaria. Por eso, intervinieron en conjunto con el Ministerio de Desarrollo de la Comunidad de la Provincia en la solución habitacional para 43 familias, impulsaron 6 ferias de la economía social y solidaria, se armaron con 60 responsables de género para atender situaciones de violencia e intervinieron en 6 situaciones de violencia institucional. Además, organizaron 24 jornadas de vacunación, realizaron 16 talleres para “cuidar a los que cuidan” y 4 capacitaciones para atender trabajar con personas mayores.
Los referentes de los CBE aseguran que forman parte de una iniciativa que nació para dar respuesta a quienes subsisten en medio de la pandemia, pero busca marcar una “bisagra” en la política social de General Pueyrredon.
Alimentos, salud, casa y
trabajo, los ejes de los CBE
Facundo Barrionuevo, dirigente que integra los Comités Barriales de Emergencia, aseguró los ejes centrales de la iniciativa van modificando su “centralidad” a medida que comienza a flexibilizarse la cuarentena.
Mientras en un inicio los esfuerzos estaban concentrados en la recepción de alimentos, en una segunda etapa gana terreno la cuestión sanitaria, al tiempo que las mejoras habitaciones y el acceso a un trabajo formal se posicionan en el “horizonte”.
“Por eso ahora estamos pensando el proyecto ‘Cuidarnos’ con promotores territoriales capacitados en salud”, señaló Barrionuevo, sobre una iniciativa que calificó “en proceso” y que podría complementarse con el programa Detectar, en caso de aplicarse en la ciudad. Para el desarrollo de esta iniciativa, en tanto, precisan colaboraciones con elementos de protección sanitaria.
Sin embargo, en el escenario post covid, los CBE tiene un objetivo ambicioso. “El siguiente paso, es trabajar en la importancia de la vivienda y las cuestiones de servicios urbanos. En el horizonte, y hacia donde queremos ir, es la necesidad de articular trabajo formal”, señaló Barrionuevo, dejando en evidencia la preocupación por los índices de desocupación que vendrán tras el periodo de coronavirus.